ESTE ARTICULO SALIO EN LE MONDE, PERO CREO QUE SE ESTA APLICANDO EN ESPAÑA. AUNQUE ES LARGO, LEEDLO, NO TIENE DESPERDICIO.
Le Monde diplomatique Año III, Número 31, Noviembre de 2009
El arte de mantener el “problema de la inmigración”
Mar, 11/03/2009
por Eric Fassin*
Cuando el 9 de junio de 2005 presidió la convención de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) consagrada a la inmigración, Nicolas Sarkozy testeó un nuevo vocabulario político destinado a tener considerable éxito: “Quiero pasar de una inmigración padecida a una inmigración escogida”.Por supuesto, la inmigración laboral no data de este discurso, pero he aquí que se la ha rebautizado: la elección pertenece al Estado, no a los inmigrantes –a no ser para los regresos llamados “voluntarios”, expulsiones consentidas por medio de subsidios estatales–. La novedad se refiere a la oposición que se perfila con la inmigración “padecida”. Sarkozy lo dice poco después: “Lo mínimo que Francia puede decidir es quién tiene el derecho de instalarse en su territorio y quien no lo tiene (1)”. De esta manera la alternativa se presenta como una respuesta de sentido común a un problema tanto económico como político.
No se trata de rechazar el principio mismo de la inmigración (al contrario, se proclama alto y claro que Francia debe seguir siendo tierra de mestizaje). Es una manera de conjugar sin tensión aparente las exigencias de pragmatismo económico con firmeza política. También es el medio de no darle la razón ni a los partidarios de abrir las fronteras ni a aquellos que predican la inmigración cero, es decir, a la “izquierda de la izquierda” y a “la derecha de la derecha”, al mismo tiempo que se priva a la izquierda socialista de su ámbito político predilecto, que es el del “justo medio” entre los extremos.
¿Optar por la “preferencia nacional”?
No obstante, la partición entre inmigración “escogida” e inmigración “padecida” está minada por una contradicción fundamental: esta construcción política carece de coherencia lógica y de base empírica (2). En efecto, la primera es por definición una inmigración laboral, mientras que la segunda apunta sobre todo a la inmigración familiar. Ahora bien, la oposición entre ambas desaparece apenas se examina la realidad. Por una parte, los trabajadores son proclives a constituir una familia: su conducta no se rige sólo por el interés monetario. Por otra parte, las familias tienden a buscar trabajo: los vínculos humanos no impiden la lógica económica. No se trata únicamente de humanidad, sino también de racionalidad: es absurdo pensar que la familia y el trabajo existen en mundos paralelos, sin ninguna relación. En resumen, la solución que preconiza Sarkozy no es una de las dos: no se podría alentar una inmigración “escogida” y al mismo tiempo desalentar la inmigración “padecida”.
Sin duda los gobiernos franceses se proponen “reequilibrar” a las dos: ¿acaso la inmigración familiar no es unas nueve veces (aproximadamente) más importante que la inmigración laboral? Las directivas al ministro de Inmigración Brice Hortefeux del 9 de julio de 2007 eran claras: “Usted tendrá como objetivo hacer que la inmigración económica represente el 50% del flujo total de las entradas”. Disminuyendo la inmigración familiar, mucho más que aumentando la inmigración laboral, como surge del informe anual del Comité Interministerial de Control de la Inmigración (3). Si la parte relativa a la inmigración laboral permanente, que proviene de terceros países, creció efectivamente en 2007 respecto a la de 2006, es sobretodo “gracias” a la baja de los permisos de residencia por motivos familiares (4). A pesar de anunciarse que hay 180 “oficios de difícil cobertura” abiertos a la inmigración debido a “dificultades de contratación”, la realidad de las cifras está muy lejos de los discursos oficiales: ¡Se emitieron tan sólo 160 tarjetas “competencias y talentos” (5) en los tres primeros trimestres de 2008!
La renuncia a la inmigración “escogida” no es pues un efecto de la crisis. La coyuntura permite más bien justificar a posteriori lo que ya traicionaban las cifras. Hay que tenerlo presente cuando se leen las directivas enviadas el 31 de marzo de 2009 al sucesor de Hortefeux, Eric Besson. En adelante, “en Francia la prioridad absoluta debe ser que el empleo vuelva a las personas que se vieron privadas de él”. Es revelador el hecho de que tras la difusión de las directivas a la prensa, el final de la última frase –“por lo tanto, en lo referente a su ámbito de competencia, el empleo de extranjeros en situación regular”– haya desaparecido discretamente del documento oficial (6). ¿No se trata ahora de optar por la “preferencia nacional”?
Escogida o no, la inmigración es presentada hoy y siempre como un problema. Si no, ¿por qué instaurar constantemente nuevas legislaciones, cada vez más estrictas tras las leyes Sarkozy de 2003 y 2006, la ley Hortefeux de 2007, en espera quizás de una ley Besson? Es evidente que la retórica de Sarkozy no apunta a resolver un problema, sino a instalarlo como tal.
Comparar sus palabras del 9 de junio de 2005 con el discurso de política general que su rival, el nuevo primer ministro Dominique de Villepin, pronunciara la víspera en la Asamblea Nacional, lo explica. Si Villepin habla bien de inmigración “escogida” (pero no “padecida”), es sólo en oposición a las prácticas ilegales y al fraude; menos inventivo (o con más tapujos) que su rival, no concibe la idea de echarle la culpa a la inmigración familiar. Ahora bien, gracias a su vocabulario Sarkozy logra un doble desplazamiento. Hasta ese momento la inmigración “padecida” era llamada inmigración “de derecho”. De ahora en más es a la que hay que responsabilizar; por lo tanto, ya no basta con luchar contra la inmigración ilegal.
Así las expulsiones de inmigrantes en situación irregular ocupa un lugar preponderante en la comunicación gubernamental. Aun así: en Francia los sin papeles no son lo bastante numerosos como para que la inmigración se convierta en un problema mayor. A diferencia de Estados Unidos, donde los doce millones de clandestinos estaban ausentes en la última campaña presidencial, en Francia organizar el debate público en torno a algunos cientos de miles de personas en situación irregular para una población de más de sesenta millones de habitantes, demanda una considerable labor política. El “problema de la inmigración” no se plantea por sí solo; existe en la medida en que se lo plantee y dura únicamente porque es mantenido y renovado.
En 2005, Sarkozy explicaba: “Por una parte, respetar la vida familiar es uno de nuestros valores y constituye una condición de la integración. Por la otra, el reagrupamiento familiar ocupa hoy un lugar demasiado importante en el equilibrio de los flujos migratorios y origina muchos fraudes (matrimonios blancos por conveniencia, fraudes respecto al estado civil…)”. ¿Acaso la presunción de fraude resultaría de la voluntad política de “reequilibrar”? Y sacar sus consecuencias: “Hay que tener el valor de plantear de otra manera los términos del debate. Es cierto que el reagrupamiento familiar es un derecho, pero no un derecho que pueda ejercerse con desprecio absoluto de las normas”. Dicho de otra manera: lo sé bien, pero sin embargo…
Suspicacia de fraude a priori
Del combate contra el fraude se pasa con rapidez a redefinir el derecho en sí mismo: “Por lo tanto, hay que ser más riguroso en la apreciación de las condiciones de entrada, alojamiento, integración, previas al reagrupamiento”. La vida familiar ya no aparece como “condición de la integración”; al revés, en la actualidad la integración forma parte de los elementos “previos al reagrupamiento” familiar.
¿Hace falta recordar que en Francia el derecho a la vida familiar tiene valor constitucional y que el artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos garantiza a cada uno el derecho “al respeto de su vida privada y familiar”? En julio de 2008 el informe de la comisión Mazeaud sobre el marco constitucional de la nueva política de inmigración atempera: “Si bien el respeto de la vida privada y familiar es un derecho, la reunión de las condiciones a las que está subordinado su ejercicio puede ser objeto de un control más estricto” bajo formas “validadas por el Consejo Constitucional o el Tribunal de Justicia de la Unión Europea”.
Y de detallar todo un programa de lucha contra la inmigración “padecida”: “Para la reunión de los cónyuges mediante una rigurosa verificación de la realidad del matrimonio y la continuidad de la vida en común; la atenta estimación de las condiciones de entrada y alojamiento para acoger a los hijos; una exigente verificación de la realidad de las relaciones parentales y educativas previas a acordar a un extranjero el beneficio de tomar en cuenta a los hijos residentes o franceses; la más circunspecta consideración de los documentos de estado civil; el rechazo intransigente y efectivo de reagrupamiento de las familias polígamas; la efectiva verificación del carácter “desproporcionado” de la ofensa al respeto de la vida privada y familiar a la que el CESEDA (Código de Entrada y Residencia de los Extranjeros y del Derecho de Asilo) subordina la reunificación familiar in situ”. Una comisión valida así el tratamiento de la inmigración familiar como un problema que conviene reducir, a pesar de ser una comisión que se consideraba había resistido la intimación presidencial en materia de cuotas.
Las leyes sobre la inmigración de 2006 y 2007, así como la ley sobre el control de la validez de los matrimonios en 2006, endurecieron la doble lógica de restricción del derecho a la vida familiar vigente por lo menos desde 2003 –sospecha a priori de fraude y condiciones previas cada vez más rigurosas–. En consecuencia es instructivo el retroceso de las cifras, del reagrupamiento familiar a los matrimonios binacionales: entre 2006 y 2007, la cantidad de permisos de residencia otorgados por motivos familiares bajó un 10,6%. La caída es “de tal amplitud que puede considerarse como la señal de una verdadera ruptura”, apunta con satisfacción el balance interministerial citado.
¿Por qué relanzar el “problema de la inmigración” gracias a la invención de “la inmigración padecida”, y por qué en junio de 2005? El nuevo gobierno fue nombrado tras el rechazo del Tratado Constitucional Europeo mediante referéndum. Preocupado por interpretar a su favor “el sentido del voto que expresaron los franceses el 29 de mayo”, el presidente de la UMP pretende ofrecer así una doble respuesta a los “noístas” (partidarios del no). Por una parte al otorgarle significado a un Otro amenazante, cultural y económicamente, que se encarna menos en la figura del “plomero polaco” que en la del inmigrante que casi siempre llega de África; por la otra, reivindicando una política voluntarista cuando tantos electores se rehúsan a ser privados de cualquier acción sobre el curso de las cosas –de donde surge el contraste que resume la oposición entre inmigración “escogida” y “padecida”–.
En respuesta al “soberanismo anti-europeo”, Sarkozy impulsa pues un “soberanismo europeo”. En contraposición a una política de inmigración que alejaría a París de Europa, ese esquema le permite reivindicar una función movilizadora: “Quiero que de ahora en más Francia sea sistemáticamente la primera en Europa en proponer y construir una estrategia migratoria adaptada a los desafíos del mundo contemporáneo”. El Pacto Europeo sobre Inmigración y Asilo que el 16 de octubre de 2008 adoptó el Consejo Europeo bajo la presidencia francesa, perfeccionará una dinámica puesta en marcha hace largo tiempo: no sólo el “problema de la inmigración” es tratado a escala de la Unión Europea, sino que ahora constituye el corazón de la identidad europea.
Este éxito diplomático se debe sin duda a la eficacia electoral de una estrategia que convierte a la inmigración en un problema para ignorar mejor otros “problemas” o, más precisamente, otras maneras de dar sentido al descontento que fuera expresado en las urnas y evitar darles otras respuestas. ♦
REFERENCIAS
(1) Le Monde, 13-7-05.
(2) Cette France-là, 6-5-07 / 30-6-08, La Découverte, París, 2009, en especial págs. 389-394.
(3) Secretariado General del Comité Interministerial de Control de la Inmigración, Les orientations de la politique de l’immigration. Cinquième rapport – décembre de 2008, La Documentation française, París, 2009.
(4) En 2006, en lo relativo a la inmigración legal proveniente de terceros países los trabajadores presentaron 10.713 permisos de entrada para una residencia de larga duración, es decir casi tantos como los refugiados y los peticionantes de asilo (10.205); en cambio, la inmigración familiar ascendió a 95.973. La baja de ésta última de más de 10.000 personas entre 2006 y 2007 explica casi totalmente la baja del total (de 183.261 a 171.222). Estas cifras fueron extraídas de Les Orientations de la politique de l’inmigration, Op. Cit.
(5) N. de la T.: El permiso de residencia “competencias y talentos” está destinado a facilitar la entrada al país de los inmigrantes y estudiantes altamente calificados; dura tres años y es renovable.
(6) Puede verificarse en el sitio de la Oficina Francesa de Inmigración e Integración, que sólo tomó en cuenta el corte en la versión para descargar de internet, conservando la versión original en la página donde se transcribió la carta.